El sistema óseo cumple varias funciones, en conjunto con el sistema respiratorio y el sistema circulatorio. La función más importante del tejido óseo o esqueleto es sostener completamente al cuerpo y mantener su forma.
Es quien permite la capacidad locomotora de los seres vivos vertebrados, al ofrecer al organismo tejidos sólidos y consistencia significativa que sostiene, a su vez, los tejidos blandos contra la gravedad o agentes externos.
Además, los músculos se adhieren dando así la postura erguida que caracteriza a los seres humanos.
Protección de los órganos
El sistema óseo también brinda protección a los órganos internos, por ejemplo, el cerebro, los pulmones y el corazón, de traumatismos y agentes externos.
En el extremo superior, el cráneo le brinda la protección necesario al cerebro, siendo así una cavidad espaciosa y de forma semis esférico y ovalado.
De igual forma, las costillas forman la caja torácica y principalmente cumplen con proteger y mantener la posición de los pulmones y el corazón.
Otras funciones
El sistema óseo no solo nos ayuda a darnos movimiento, también está estrechamente involucrado en la generación de células sanguíneas, en almacenamiento de calcio y la absorción de fosforo.
Entre el tejido óseo se encuentra una sustancia liquida y aceitosa, conocida como fluido sinovial. Este liquido permite que las articulaciones funcionen suavemente, debido a que lubrican las zonas móviles que permiten el movimiento. Además, las articulaciones se mantienen unidas por ligamentos.
En los bebes, los huesos se unen formando diferentes articulaciones. Si bien existen algunas fijas, la mayoría son cartílagos móviles.
De hecho, la columna vertebral de los más pequeños está compuesta únicamente por 33 huesos, en contraste con los adultos que en el proceso de crecimiento se fusionan dejando solo así 24 vertebras.
La delicada medula espinal, que conecta el cerebro con las terminaciones nerviosas generando señales eléctricas que dan la orden de movimiento, está protegida dentro de la columna vertebral.